5 formas en las que te tratan como “uno más” y no como hombre deseable
(y cómo cambié esa etiqueta sin volverme alguien que no soy)
Tiempo de lectura: 2 min
Lo que más duele no es estar solo.Lo que más duele es estar rodeado de gente…y sentir que, si mañana desapareces, nada cambiaría.
Durante mucho tiempo fui ese tío del grupo.
No el guapo.
No el gracioso.
No el interesante.
El “uno más”.
El que está, pero no pinta.
El que acompaña, pero no protagoniza.
Por fuera, hacía chistes, sonreía, me tomaba la cerveza.
Por dentro, la sensación era otra:
“Estoy aquí de relleno. Si faltara, ni se notaría.”
Un día me harté.
Y empecé a ver con lupa las 5 formas en las que el mundo
me trataba como uno más…
y no como un hombre que se puede desear.
Te las voy a contar tal cual las viví.
Y al final te explicaré qué cambió
para que los demás me vieran distinto
sin que yo tuviera que fingir ser otra persona.
1. Cuando eres “el colega majete”… pero nunca “el que gusta”
En mi grupo siempre estaba el mismo patrón.
A uno le decían:
“Qué guapo vienes hoy, cabrón.”
De otro comentaban:
“Ese tiene algo, no sé qué, pero atrae.”
Y a mí:
“Javi es un encanto, muy majo.”
“Muy majo”.
La puñalada más educada que te pueden clavar.
Las chicas me buscaban para:
- desahogarse de sus líos con otros tíos,
- pedir consejo,
- que les acompañara a casa “porque contigo me siento segura”.
Pero nunca para mirarme como hombre.
Yo asentía, escuchaba, hacía de almohada emocional.
Y luego me iba a casa
con la sensación de ser el hermano mayor neutral de todas.
No hay nada de malo en ser majo.
El problema es cuando solo eres eso
y nadie te imagina siquiera como algo más.
2. Cuando eres el “comodín” que rellena mesas y planes
Otra forma de ser “uno más”
es cuando te usan de comodín.
- “Javi, vente, así somos pares.”
- “Apúntate tú también, que si no quedamos cojos.”
No te llaman porque si tú no vas, el plan pierde gracia.
Te llaman porque faltaba una silla por llenar.
Recuerdo una cena:
mesa para seis, tres parejas.
Yo era el suplemento.
Salí en fotos cortado por la mitad,
en los laterales, limando huecos.
Si ves esas fotos sin conocerme,
dirías: “ah, y había otro tío por ahí”.
Esa noche, al llegar a casa,
me miré al espejo y pensé:
“Soy el que equilibra números, no el que alguien quiere ver.”
3. Cuando te confían sus secretos… pero nunca te desean
Quizá esto te suene.
Chica que te encanta.
Buena conexión.
Mensajes hasta tarde.
Confianza total.
Y de pronto, el giro:
“Contigo puedo hablar de todo, eres como un diario con patas.”
Un día me dijo una:
“Ojalá todos los tíos fueran como tú.
Lástima que no me atraigan los buenos.”
Sonreí por fuera.
Por dentro, me rompí.
Porque sí, me contaban:
- sus miedos,
- sus traumas,
- sus historias más íntimas…
pero jamás me miraban con esa chispa
que sí tenían con otros.
Yo conocía sus secretos,
pero otros tenían sus besos.
Ahí me di cuenta de algo cruel:
Me veían útil… pero no deseable.
4. Cuando eres “el fotógrafo”, “el chófer”, “el apoyo”
Hay otra forma silenciosa de ser “uno más”:
Ser el que sujeta cosas.
- Sujetas el bolso mientras se hacen fotos.
- Sujetas los abrigos en la discoteca.
- Sujetas el volante cuando hay que llevar a alguien a casa.
Yo era el que:
- hacía las fotos de grupo,
- grababa los vídeos,
- se quedaba en la esquina vigilando las chaquetas.
Luego veía las historias en redes:
- todos posando,
- todos bailando,
- todos en primer plano.
Y yo… detrás de la cámara.
Como si no hubiera salido esa noche.
Es duro sentir que tu papel es hacer que los recuerdos de otros salgan bien,
mientras tú no apareces en ninguno.
5. Cuando nadie recuerda cómo olías, ni cómo te sentiste a su lado
Este punto tardé años en verlo.
Un día, en una conversación entre amigas,
las escuché decir:
- “A mí es que me matan los tíos que huelen muy bien.”
- “Yo recuerdo a uno solo por cómo olía cuando me abrazó.”
Y luego, la frase que me clavó:
“Con otros ni me acuerdo del olor.
Eso es mala señal.”
Ahí me cayó la ficha.
Yo era justamente ese “otros”.
Ropa correcta.
Peinado correcto.
Desodorante neutro.
Colonia que olía a “cualquiera”.
No dejaba ninguna huella sensorial.
Si mañana le preguntabas a una chica:
“¿A qué olía Javier?”
La respuesta era clara:
“Ni idea.”
Y entendí algo que nadie me había explicado:
Si no dejas ninguna señal en el cuerpo del otro
(ni visual, ni de olor, ni de energía)…
te archivan como “uno más”
y se olvidan de ti.
El momento en que me cansé de ser “uno más”
Hubo una noche que lo cambió todo.
Otra salida.
Otro bar.
Otro desfile de:
- colegas ligando,
- chicas riendo,
- contactos, miradas, manos que se buscan.
Yo, en medio, con mi vaso en la mano.
Volví a casa con una frase clavada:
“No quiero ser alguien que no soy.
Pero tampoco quiero seguir siendo el tío que nadie recuerda.”
No quería convertirme en un payaso sobrado.
No quería fingir seguridad de mentira.
Quería algo concreto
que cambiara la etiqueta silenciosa
que el mundo me ponía nada más entrar:
“Correcto, majo, uno más.”
Y la respuesta estaba en un sitio
que nunca había tomado en serio:
mi olor.
El enemigo oculto: tu “firma neutra” de presencia
Leyendo foros y testimonios de otros tíos como yo,
descubrí un concepto que me explotó la cabeza:
“Firma neutra de presencia”.
En cristiano:
- No vistes mal.
- No eres un desastre.
- Pero todo en ti comunica “normalito y ya está”.
Sobre todo tu olor.
Gel cualquiera.
Desodorante estándar.
Un perfume genérico que huele
exactamente igual que el de media ciudad.
¿Resultado?
El cerebro de la gente hace esto:
- No te ve mal.
- Simplemente te archiva como “fondo”.
No eres amenaza.
No eres peligro.
Pero tampoco eres estímulo.
Eres silla ocupada.
Y en el caso de las mujeres:
“Es majo, está bien… pero no me despierta nada.”
Ese era yo.
Hasta que encontré algo
que me permitió cambiar la etiqueta
sin convertirme en otro personaje.
La solución que no esperaba: cambiar lo que sienten de mí antes de que hable
Entre tantos hilos de internet,
un nombre se repetía en hombres con historias como la mía:
PheroPro.
Lo describían como un perfume masculino con feromonas suaves,
pensado no para apestar a colonia,
sino para crear un halo cálido
a corta distancia:
- barra de bar,
- mesa compartida,
- pasillo de la oficina,
- abrazo de saludo.
No prometían magia.
No prometían “todas caerán rendidas”.
Los tíos que lo usaban decían algo mucho más creíble:
“Dejé de ser ‘uno más’
y empecé a ser ‘el que huele muy bien’.”
Es decir:
dejaban una marca en el cuerpo y la memoria de la gente.
Quise probar.
Cómo PheroPro cambió la etiqueta que el mundo me ponía
Cuando me llegó PheroPro,
me prometí una cosa:
“No voy a cambiar mi forma de ser.
Solo voy a darme la oportunidad
de no pasar desapercibido nada más entrar.”
Esa noche tenía una cena de amigos.
Hice mi ritual:
- Ducha.
- Ropa que ya tenía, pero bien puesta.
- Dos toques de PheroPro en el cuello.
- Uno en el pecho.
El olor era distinto a todo lo que había usado:
- Cálido,
- limpio,
- masculino,
sin ser pesado ni dulzón.
Más que un perfume gritando,
era como una burbuja cercana
que se notaba cuando te acercabas.
Esa noche pasaron cosas que, para cualquiera,
son tonterías.
Para mí, eran terremotos.
- Una amiga me abrazó y dijo en alto:
“Madre mía, Javi, así da gusto abrazarte, qué bien hueles.” - Otra, que siempre me había tratado como colega neutro, soltó:
“Hoy te veo distinto, no sé qué es… pero te queda bien.” - Cuando nos sentamos, dos eligieron ponerse a mi lado
“porque aquí corre mejor el aire”.
Antes siempre quedaban sillas libres junto a mí.
Yo no había cambiado mis chistes.
Ni mi tono de voz.
Ni mi forma de caminar.
Lo único distinto era la sensación que dejaba al acercarse a mí.
Y, por primera vez,
sentí que la etiqueta silenciosa cambiaba de:
“Uno más”
a:
“Este tío tiene algo, está a gusto estar cerca de él.”
Qué es exactamente PheroPro (y por qué puede ayudarte si estás harto de ser “uno más”)
PheroPro no es magia.
Es una herramienta.
En mi caso, ha sido esto:
- Un perfume masculino con feromonas suaves
que crea un olor cálido y agradable a corta distancia. - Una forma de dejar huella
en la memoria y el cuerpo de las personas que se acercan. - Un cambio silencioso que hace que otros
te asocien con sensaciones buenas
nada más estar a tu lado.
No me convirtió en alguien que no soy.
Siguió siendo Javier.
Solo que ahora:
- me recuerdan,
- me nombran,
- y, sobre todo, me perciben como hombre,
no solo como “el majo del grupo”.
Si estás cansado de que te usen de comodín,
de que te cuenten sus dramas pero nunca te miren como opción,
de que nadie recuerde cómo olía tu abrazo…
Entonces, sinceramente
Haz tu propio ritual.
Pruébalo unas semanas en:
- cenas,
- quedadas,
- trabajo,
- cualquier sitio donde hoy te sientas invisible.
Y comprueba tú mismo
si sigues siendo “uno más”…
o si, por fin,
empiezas a ser ese hombre del que se acuerdan
cuando pasan los días.

Dr. Javier Molina (Psicólogo social especializado en relaciones y autoestima masculina)
“Lo que más me impresiona de PheroPro no es solo el olor, sino el cambio de conducta que desencadena. Trabajo con hombres que no están rotos, pero sí atascados en la idea de que el amor ‘no es para ellos’. Cuando incorporamos PheroPro dentro de un pequeño ritual de cuidado personal, muchos empezaron a salir más de casa, a sostener la mirada y a colocarse en sitios donde antes se escondían. Las feromonas crean un entorno sensorial más favorable, sí, pero lo verdaderamente importante es que el hombre deja de verse como alguien “del montón” y empieza a sentirse merecedor de ser percibido y deseado. Desde mi punto de vista profesional, PheroPro es una herramienta útil para romper el círculo de ‘no me ven, así que no lo intento’ y transformarlo en ‘me presento mejor, me siento mejor… y por fin empiezo a recibir respuestas reales’.”
PREGUNTAS FRECUENTES
¿Y si al final PheroPro no funciona conmigo y solo pierdo dinero?
¿Y si al final PheroPro no funciona conmigo y solo pierdo dinero?
Es una duda muy normal. Lo importante es entender qué esperas que pase. PheroPro no es una varita mágica, pero sí puede ser el primer paso real para dejar de ser “el tío que no deja huella”. No se trata de que de repente todas se giren, sino de empezar a recibir pequeñas señales nuevas: un “qué bien hueles”, una conversación que se alarga, alguien que se sienta a tu lado pudiendo elegir otro sitio. Esas micro pruebas son las que cambian tu cabeza de “el amor no es para mí” a “igual sí que tengo algo que aportar”. Si entras con esa expectativa realista, el riesgo baja muchísimo y el potencial de cambio sube.
¿No es un poco triste tener que usar un perfume para gustar más?
¿No es un poco triste tener que usar un perfume para gustar más?
Lo realmente triste es seguir años igual por orgullo. No usas PheroPro porque estés roto, sino porque quieres dejar de jugar con desventaja. Otros llevan años acumulando experiencias, confianza, historias. Tú solo estás usando una herramienta para que tu presencia pase de neutra a memorable, sin dejar de ser tú. No es “sin esto no valgo”, es: “con esto dejo de ponerme palos en las ruedas”.
¿PheroPro me va a convertir en alguien que no soy?
¿PheroPro me va a convertir en alguien que no soy?
No. Y si pasara, no tendría sentido. PheroPro no cambia tu personalidad, cambia la sensación que generas de cerca: hueles más cálido, más adulto, más seguro. Sigues siendo tú, con tu humor, tu forma de hablar, tus gestos… solo que tu cuerpo deja de mandar el mensaje de “chico neutro que pasa desapercibido” y empieza a mandar “hombre con el que se está a gusto cerca”. Esa diferencia es enorme, pero no requiere que actúes ni que te vuelvas un personaje.
¿Y si casi no salgo de fiesta ni ligo por apps, me sirve de algo?
¿Y si casi no salgo de fiesta ni ligo por apps, me sirve de algo?
Justo para ese perfil tiene mucho sentido. Todo lo que hemos trabajado aquí no va solo de discotecas: va de oficina, bares tranquilos, afterworks, quedadas con amigos, transporte público… Sitios donde hoy eres “uno más” y donde mañana puedes ser “el que huele muy bien y transmite calma”. Si pasas muchas horas en el trabajo o en entornos normales, tener una presencia sensorial por encima de la media ahí es una ventaja silenciosa.
¿No es engañar a las mujeres usar feromonas?
¿No es engañar a las mujeres usar feromonas?
Lo que sería engañar es prometerles una versión de ti que no existe. PheroPro no fabrica sentimientos, simplemente hace que tu presencia no se pierda en el ruido de fondo. Ellas siguen eligiendo, sintiendo y decidiendo igual; tú solo dejas de entrar desarmado. No estás manipulando emociones, estás evitando que tu cuerpo mande el mensaje de “no hay nada que ver aquí”. Es una mejora de presentación, no un truco sucio.
¿Qué pasa si huelo demasiado fuerte y quedo como un desesperado?
¿Qué pasa si huelo demasiado fuerte y quedo como un desesperado?
Ese miedo viene de colonias baratas o muy agresivas. Justo la idea de PheroPro, tal y como lo hemos planteado, es lo contrario: un halo cercano, cálido y discreto, que se nota a un par de palmos, no desde la puerta del bar. Quien se acerca piensa “qué bien huele este tío”, no “ha vaciado el frasco encima”. El objetivo es que asocien tu olor a comodidad y atracción tranquila, no a intento desesperado.
¿Y si estoy tan “atrasado” que ya no tiene arreglo?
¿Y si estoy tan “atrasado” que ya no tiene arreglo?
Este pensamiento es uno de los que más daño hace. Con todo lo que hemos visto, la clave es entender algo: no tienes que recuperar diez años en una semana. Lo que necesitas son primeras experiencias normales: una cita que fluye, una noche abrazado, una historia que contar sin inventar. PheroPro no borra el pasado, pero puede ser el empujón para empezar a crear esos momentos que te faltan. Cada recuerdo nuevo es una patada a la idea de “ya es tarde para mí”.
Tengo miedo de ilusionarme y que nada cambie, ¿cómo lo gestiono?
Tengo miedo de ilusionarme y que nada cambie, ¿cómo lo gestiono?
Ese miedo es legítimo, porque ya vienes de muchos intentos fallidos. Por eso aquí no te estamos vendiendo “antes y después” de película, sino algo más honesto: “antes sin pruebas, después con pruebas pequeñas pero reales”. No esperes que PheroPro haga el trabajo solo; úsalo como parte de un ritual: cuidarte, vestirte bien, salir aunque dé pereza, abrirte un poco más. Así no depositas toda la ilusión en un frasco, sino en un proceso en el que tú también cambias.
¿Y si las mujeres se dan cuenta de que llevo algo “raro”?
¿Y si las mujeres se dan cuenta de que llevo algo “raro”?
Lo que suelen notar, si dices algo, es simplemente: “me gusta cómo hueles”. El 99 % no va a pensar “este lleva feromonas”, va a pensar “este tío se cuida y tiene un olor muy agradable”. Si alguna vez sale el tema, la lectura inconsciente es positiva: hombre que presta atención a los detalles, que se preocupa por cómo se siente la otra persona a su lado. Muy lejos de algo sospechoso, eso se percibe como madurez y autocuidado.
¿PheroPro es para mí si siento que el amor no es para mí?
¿PheroPro es para mí si siento que el amor no es para mí?
Justamente ese es el corazón de todo este trabajo. Si sientes que tu deseo te castiga, que ver parejas te duele y que tu historia está vacía, PheroPro no es “el premio”, es la palanca. Un modo de pasar de “nunca pasa nada” a “empiezan a pasar cosas pequeñas que me demuestran que no soy invisible”. No te promete amor inmediato; te promete oportunidades reales para que dejes de ver tu deseo como una condena y empieces a verlo como algo que, por fin, tiene por dónde entrar en tu vida.
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